¿Qué te mueve a leer estas líneas? ¿Estás buscando
algún modo de solucionar, o quizás de entender, un problema emocional o una
conducta que está limitando algún aspecto de tu vida? ¿Es pura curiosidad o
aburrimiento? ¿Tener información? ¿Porque que hay algún familiar o amigo con
algún problema? Con cualquier respuesta que demos a esas preguntas estaremos haciendo
referencia al motivo que lleva a leer o seguir leyendo ésta entrada.
Etimológicamente, “motivo” procede del latín “motivus”, que viene a significar
“aquello que mueve o tiene la virtud de mover / razón que mueve para algo”. Así
pues, una primera característica que define la motivación es precisamente la
existencia de algún motivo (motivus), más un aspecto que relacione ese motivo
con una acción (el sufijo “-ción” expresa acción y efecto). De ahí la motivación.
Una apostilla para recordar que ya en la primera
entrada de este blog, se decía que los principales, no exclusivos,
destinatarios de este eran los pacientes. Ahora sigamos.
Abraham Maslow (uno de esos sabios de los que los
psicólogos echamos mano cuando queremos “motivar” alguna explicación) decía que
la motivación era algo así como aquella energía que nos lleva a realizar un
determinado comportamiento. Se suele poner aquí un ejemplo de la vida
cotidiana, seguiré con esa costumbre: “se bebe para saciar la sed”.
La sed es lo que nosotros percibimos y que nos
informa de la existencia de un estado deficitario en nuestra hidratación. Es el
motivo que facilita la aparición de la conducta motivada, la que nos lleva a
beber y saciar. Aquí se puede ver clara la razón por la que algunos autores
consideran al “motivo” como sinónimo de “necesidad”, y es cierto que tiende a
cumplirse, sobre todo cuando hablamos de necesidades básicas, primarias o
fisiológicas, pero no sólo.
Los seres humanos tenemos otras necesidades (Maslow
o McClelland,
entre otros, nos lo han recordado) y, en esos casos, el experimentar una
necesidad no siempre lleva a la aparición de una conducta motivada. Pero lo
cierto es que la motivación siempre nos habla de la existencia de alguna
necesidad (absoluta o relativa, racional o irracional) y cuando alguien está
motivado aspira a alcanzar aquello que satisfaría la necesidad.
“Se va a consulta para eliminar el malestar”. El
malestar que percibimos (dicho así, en abstracto, tiempo habrá para concretar
ese malestar) es la sed, la información que nos habla de un estado deficitario
en nuestro sistema psicológico, emocional y/o conductual (otras necesidades).
Es el motivo que facilita la conducta motivada, la que nos lleva a plantearnos
ir a consulta y pedir ayuda. Igual que es el dolor el que nos motiva a acudir
al médico. (Está claro que necesitamos una entrada futura a este blog en la que
hablemos de las necesidades humanas. Compromiso adquirido).
Una terapia psicológica, una psicoterapia, es el conjunto
de medios que, desde una actitud de colaboración psicólogo-paciente, se emplea
para aliviar una afección o dolencia. Es decir, un tratamiento. En este
sentido, y como sucede con cualquier otro tratamiento relacionado con la salud,
es preciso un compromiso del paciente (también del terapeuta) hacia lo que se
acuerde que será el mejor de los tratamientos necesarios para solucionar la
afección.
Es decir, el paciente requiere no sólo de la
motivación para solicitar ayuda del profesional, sino que también la necesita
para seguir el tratamiento y mantenerse en la terapia. Es obvio. Sabemos que
quienes siguen el tratamiento que su médico les ha recetado es más probable que
se recuperen. Igual sucede con la psicoterapia; los esperados resultados
positivos es más probable que se alcancen siguiendo, también fuera del entorno
de la consulta, las indicaciones que van surgiendo de la interacción
colaborativa entre el paciente y el psicólogo.
En psicología clínica disponemos de algunas
herramientas para motivar al
paciente, para facilitar esa adhesión al tratamiento de la que hablábamos antes.
Dos de ellas han demostrado ser especialmente útiles: a) el balance decisional
y b) el establecimiento de objetivos.
Hasta la siguiente.
Sean ustedes felices.