martes, 20 de septiembre de 2016

¿Motivado?

¿Qué te mueve a leer estas líneas? ¿Estás buscando algún modo de solucionar, o quizás de entender, un problema emocional o una conducta que está limitando algún aspecto de tu vida? ¿Es pura curiosidad o aburrimiento? ¿Tener información? ¿Porque que hay algún familiar o amigo con algún problema? Con cualquier respuesta que demos a esas preguntas estaremos haciendo referencia al motivo que lleva a leer o seguir leyendo ésta entrada.
Etimológicamente, “motivo” procede del latín “motivus”, que viene a significar “aquello que mueve o tiene la virtud de mover / razón que mueve para algo”. Así pues, una primera característica que define la motivación es precisamente la existencia de algún motivo (motivus), más un aspecto que relacione ese motivo con una acción (el sufijo “-ción” expresa acción y efecto). De ahí la motivación.
Una apostilla para recordar que ya en la primera entrada de este blog, se decía que los principales, no exclusivos, destinatarios de este eran los pacientes. Ahora sigamos.
Abraham Maslow (uno de esos sabios de los que los psicólogos echamos mano cuando queremos “motivar” alguna explicación) decía que la motivación era algo así como aquella energía que nos lleva a realizar un determinado comportamiento. Se suele poner aquí un ejemplo de la vida cotidiana, seguiré con esa costumbre: “se bebe para saciar la sed”.
La sed es lo que nosotros percibimos y que nos informa de la existencia de un estado deficitario en nuestra hidratación. Es el motivo que facilita la aparición de la conducta motivada, la que nos lleva a beber y saciar. Aquí se puede ver clara la razón por la que algunos autores consideran al “motivo” como sinónimo de “necesidad”, y es cierto que tiende a cumplirse, sobre todo cuando hablamos de necesidades básicas, primarias o fisiológicas, pero no sólo.
Los seres humanos tenemos otras necesidades (Maslow o McClelland, entre otros, nos lo han recordado) y, en esos casos, el experimentar una necesidad no siempre lleva a la aparición de una conducta motivada. Pero lo cierto es que la motivación siempre nos habla de la existencia de alguna necesidad (absoluta o relativa, racional o irracional) y cuando alguien está motivado aspira a alcanzar aquello que satisfaría la necesidad.
“Se va a consulta para eliminar el malestar”. El malestar que percibimos (dicho así, en abstracto, tiempo habrá para concretar ese malestar) es la sed, la información que nos habla de un estado deficitario en nuestro sistema psicológico, emocional y/o conductual (otras necesidades). Es el motivo que facilita la conducta motivada, la que nos lleva a plantearnos ir a consulta y pedir ayuda. Igual que es el dolor el que nos motiva a acudir al médico. (Está claro que necesitamos una entrada futura a este blog en la que hablemos de las necesidades humanas. Compromiso adquirido).
Una terapia psicológica, una psicoterapia, es el conjunto de medios que, desde una actitud de colaboración psicólogo-paciente, se emplea para aliviar una afección o dolencia. Es decir, un tratamiento. En este sentido, y como sucede con cualquier otro tratamiento relacionado con la salud, es preciso un compromiso del paciente (también del terapeuta) hacia lo que se acuerde que será el mejor de los tratamientos necesarios para solucionar la afección.
Es decir, el paciente requiere no sólo de la motivación para solicitar ayuda del profesional, sino que también la necesita para seguir el tratamiento y mantenerse en la terapia. Es obvio. Sabemos que quienes siguen el tratamiento que su médico les ha recetado es más probable que se recuperen. Igual sucede con la psicoterapia; los esperados resultados positivos es más probable que se alcancen siguiendo, también fuera del entorno de la consulta, las indicaciones que van surgiendo de la interacción colaborativa entre el paciente y el psicólogo.
En psicología clínica disponemos de algunas herramientas para motivar al paciente, para facilitar esa adhesión al tratamiento de la que hablábamos antes. Dos de ellas han demostrado ser especialmente útiles: a) el balance decisional y b) el establecimiento de objetivos.
Hasta la siguiente.
Sean ustedes felices.




sábado, 9 de julio de 2016

Qué no debería esperar…. del blog, claro

Se podría decir que en la primera entrada intentaba responder a la cuestión de qué se podía esperar de este blog. No se si lo conseguí o no. Fuera lo que fuere, la misma coherencia justifica intentar responder hoy a la pregunta complementaria sobre qué es lo que no se debería esperar de este blog.
Primero de todo sería bueno clarificar qué tipo de terapeuta soy. Mi formación, mis estudios y mi desarrollo profesional, también mi decisión claro,  me han orientado hacia lo que se conoce como Terapia Cognitivo Conductual (TCC) -cierto que con goticas de Filosofía. Esto no es trascendente, es sólo una opción entre otras muchas y que no voy a defender aquí como mejor o peor que otras, es sólo aquella orientación a la que, después de conocer otras, decidí adscribirme.
Otra opción. Después de darme cuenta que me resultaba difícil poder mantener mis conocimientos al día, en un momento de mi desarrollo profesional, y con cierta inquietud, abandoné algunas áreas de interés de la Psicología Clínica. Decidí que mi actividad se concretaría en trabajar con personas adultas, preferiblemente en terapia individual y centrada en problemas (¿trastornos?) emocionales y conductuales. Dado que hace años que no trabajo con problemas infantiles, ni educativos, ni de pareja, ni de selección de personal, tampoco se puede esperar de este blog que aparezcan entradas referidas a esas áreas.
Tampoco se encontrarán aquí promesas de felicidad, tampoco aquellos recetarios “psi” que tanto abundan asegurando una fórmula de felicidad que una receta jamás podrá dar. No tengo la fórmula para ser feliz yo, menos para hacer feliz a otros. Tampoco filtros milagrosos para borrar de un plumazo aquello que no nos gusta de nosotros o que genere casi por arte de magia lo que desearíamos tener o hacer. Espero -esa es la intención- que aquí se puedan encontrar las herramientas, complementarias a una terapia, que nos puedan ayudar a mejorar nuestro estado emocional o aquellas conductas que pueden estar limitándonos en nuestra vida diaria. ¿Además, no crees que si yo tuviera aquellas fórmulas de la felicidad estaría hoy muy ocupado dando conferencias y recibiendo honores por medio mundo, y no escribiendo este blog?
Obvio que de la felicidad se hablará, y quizás no poco. Es un tema que me resulta de especial interés y lleva mucho tiempo ocupándome, incluso es probable que la siguiente entrada escriba sobre algún aspecto de ella, pero que no se espere el desarrollo de una de esas fórmulas del tipo de los “10 pasos para ser feliz en Lorca” o en Murcia, ni tampoco en Alaska.
Para acabar, aún siendo cierto que el “núcleo duro” de este blog será será la Psicología Clínica, no lo es menos que antes que psicólogo fui y soy, ante todo, un ser humano que tiene otros intereses. Seguro que no escribiré aquí de las bondades de la papiroflexia, pero muchos de esos otros objetos de interés guardan relación con la psicología –también con mi vida- y estoy casi seguro que tendrán su reflejo en este blog recién iniciado.
Hasta la siguiente.
Sean ustedes felices. 

miércoles, 6 de julio de 2016

A modo de presentación... del blog, claro

Sí, lo sé y los sabemos todos. Hay muchos blogs “volando” por el universo de Internet, cientos de ellos son de Psicología y algunos o muchos de ellos bastante buenos. Creer que puede ser necesario uno más es, en el mejor de los casos, dudoso e incluso es probable que una osadía. ¿A cuento de qué crear otro?
Una de los motivos de hacerlo es dar salida a un prurito personal, la satisfacción que produce rellenar un folio en blanco con ideas que uno presume de razonables que se fundamentan en el estudio y que han sido, siguen siéndolo, tamizadas por el propio quehacer profesional durante más de 25 años.
Pero no sólo es ese factor “yo-ista” el que me mueve a escribir esto.
La “psicoeducación” es un componente importante del proceso terapéutico, que puede se definido como un proceso de comunicación por el que un Psicólogo aporta información relevante al paciente sobre la alteración, emocional o de conducta, que padece
Gracias a ella, el paciente sabrá qué puede esperar del tratamiento que se le propone, conocer la lógica del problema por el que acude a la consulta y la fundamentación teórica y práctica de las técnicas que el Psicólogo le plantea para afrontar su solución. Gracias a eso se facilita la motivación hacia el tratamiento, además de reducir el misterio innecesario que muchas veces lo envuelve. Pero, además, es una actividad éticamente necesaria. Un proceso terapéutico es una actividad que debe realizarse desde el respeto a la dignidad de la persona. Ese respeto exige que la persona disponga de una información veraz, fiable y leal que le permita decidir de una forma autónoma seguir o no el tratamiento que se le propone. Es un factor necesario para la creación del clima de confianza que debe regir la relación terapéutica.
Un espacio, este blog, al que los pacientes (sus principales destinatarios) puedan dirigirse para resolver dudas en el momento en que ellos lo decidan aporta calidad a la relación terapéutica y fomentar la libre decisión de quien está realizando o está decidiendo realizar una terapia.
Por tanto, ¿qué me pasa?, ¿porqué me pasa?, ¿qué puedo hacer?, ¿qué puedo esperar de la terapia? y ¿qué no debería esperar de la terapia? Son algunas de las preguntas para las que espero ir proponiendo algunas respuestas.
Dado que este blog no será un coto cerrado, otras personas interesadas por la Psicología Clínica en general, o por las emociones o por los trastornos emocionales también puede resultarles de interés la lectura de algunos de los temas que aquí se traten. Pero la diana principal hacia la que apunta este son los pacientes.

Hasta la siguiente.
Sean ustedes felices.